El espacio que nos rodea influye positiva o negativamente en nuestro estado de ánimo y la neuroarquitectura es la disciplina que se encarga de estudiarlo. Pese a ser un concepto bastante novedoso (su origen se remonta al año 1998) hay evidencia suficiente para asegurar que existe una relación directa entre nuestra mente y el entorno físico que nos rodea.
Los lugares en los que vivimos condicionan nuestras emociones e incluso, en caso de ser entornos estimulantes, pueden potenciar nuestra capacidad, mejorar habilidades sociales, cognitivas, creativas, y ayudar a fomentar la concentración y reducir el estrés.
Entender de qué manera la distribución de los espacios, la elección de los materiales, los colores y la iluminación inciden en las emociones ayudará a planificar, diseñar y proyectar espacios que mejoren la calidad de vida y sean coherentes y funcionales a los objetivos de quienes las personas.


5 aspectos claves de la neuroarquitectura
1- La iluminación
Potenciar la luz natural por sobre la iluminación artificial tiene grandes ventajas. Especialistas destacan que la luz natural ayuda a la concentración de las personas y genera un ambiente más amable, mientras que la artificial obliga al cerebro a esforzarse más y eso incide negativamente en la productividad. Además, sostiene que “la luz natural acerca a los individuos con el exterior de los espacios”, y esto tiene estrecha relación con el siguiente punto: los espacios verdes.

2- Los espacios verdes
La sensación de encierro influye negativamente en las personas. Este fenómeno, intensamente estudiado post pandemia, fue descripto por la neuroarquitectura años antes. Sentirse encerrados genera estrés y disminuye la productividad.
Está comprobado que contemplar la naturaleza tiene un efecto restaurador para la mente y aumenta nuestra capacidad de concentración.
En edificios, poder contar con una vista al exterior, mejora considerablemente el estado de ánimo.

3- Los techos en la neuroarquitectura
Su altura influye en la concentración y en las actividades de las personas. “Los techos altos son adecuados para actividades artísticas o creativas, mientras que los bajos favorecen la concentración, son adecuados para trabajos de carácter más rutinario”, coinciden los especialistas de la industria.

4- Los colores
Durante años, se teorizó acerca de cómo los colores pueden ampliar o reducir visualmente los espacios, pero su utilización también tiene efectos cognitivos. Los tonos que se acercan al entorno natural, como el verde, el azul o el amarillo, transmiten y generan bienestar. Por lo general, estos lugares tienden a percibirse como saludables, según diversas investigaciones.

5- Las líneas y formas
Las líneas simples, curvas y contornos suaves generan una sensación de descanso, seguridad y comodidad mientras que los ángulos muy marcados y agudos, favorecen la aparición de estrés, ansiedad y nos ponen en alerta.

El objetivo de la neuroarquitectura es crear espacios que incentiven el bienestar, la felicidad y la productividad de las personas. Entender la conexión existente entre nuestra mente y el entorno físico que nos rodea nos permitirá vivir en espacios más seguros, relajados y estimulantes que lleven al máximo nuestras capacidades.